Volviendo a la cruel y dura realidad
Paz. No mirar el reloj. No tener preocupaciones. Pensar sólo en las cosas y la gente que hay a 500 metros a la redonda. Comer tanto como quieras. Olvidarte del móvil, del ordenador, de la tele. Andar por andar. Hacer lo que te apetece. Dormir las horas que te de la gana. Respirar aire puro. Relajarse. Ver pasar menos de 50 coches al día por la carretera. Saludar a todo el mundo que te encuentras por la calle, aunque no lo conozcas. Que cada hora que pasa, sean 30 minutos en tu cabeza. Que marches de allí pensando en que es el lugar en el que veranearás el resto de tu vida. Supongo que todo esto, y muchas cosas más, serán las que hacen de un pueblo de 200 habitantes, un auténtico paraíso.
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